jueves, 5 de marzo de 2009

MI NOMBRE ES...

Ayer estaba buscando ayuda con una palabra en un foro sobre la lengua china, y curioseando en un hilo que trataba sobre cómo traducir al chino un nombre propio me encontré con un mensaje sorprendente, por lo absurdo:

“Quiero tatuarme el nombre de mi hijo en chino, ¿podrían ayudarme con la traducción? Se llama Iker”.

Por si no veis por qué digo que es absurdo, a ver si la respuesta que le daba una cabeza privilegiada os ayuda:

“El equivalente sería Yige, puedes buscar los caracteres en el diccionario”.

Y ya puede buscar, sí, porque el espontáneo no se molestó en especificar el tono, así que aunque lo primero que sugiere yi ge es一个 (uno/una), dudo mucho que al padre o madre de la criatura, después de tomarse la molestia de buscar en internet, estos dos caracteres tan sencillos le gusten. Y como tiene dónde elegir, puede acabar tatuándose desde Alegre Canción (怡歌) hasta Epidemia de Eructos ( 疫嗝). No os voy a decir qué le tatuaría yo si estuviera en lugar del artista, pero digamos que, si se le ocurriese venir a China, mis paisanos de adopción se iban a reír un rato.

Hecho el comentario maligno del día, tengo que decir que esto de traducirse el nombre es un tema que da muchos quebraderos de cabeza a los laowais que nos venimos a vivir aquí. Adoptar un nombre chino es prácticamente obligatorio, porque necesitas que pueda escribirse en caracteres. Si no, prepárate para dedicar la mayor parte de tu tiempo a esperar en frente de secretarios, cajeros de bancos, y administrativos en general que no pueden encontrarte en sus archivos porque el que te inscribió puso tu nombre propio como apellido, así que aunque te llamas, por ejemplo, José López García, te tienen por la J de Jose o por la G de García, o directamente no se enteró de donde empezaba uno y otro figuras como Pezgarc Íajosé. O mejor aún, directamente te dicen que no te puedes registrar porque su sistema informático sólo acepta cinco letras en el campo del nombre (esto me pasó de verdad en un hospital).

A alguna gente no le hace gracia que le rebauticen, e intenta ponerse una traducción fonética lo más parecida posible a su nombre original. Algunos nombres extranjeros muy comunes tienen incluso traducciones más o menos fijas: David generalmente se conviernte en Dawei, Carmen en Kai Ming, y Patricia en Bei Li (en chino la b y la p suenan muy parecidas). Y nuestro amigo Iker se llamaría Yige.

Pero este sistema tiene algunos problemas. Por ejemplo, que a menudo hay que haberse tomado más de dos tsintaos para ver el parecido entre el nombre original y la traducción. Además estos nombres fonéticos suelen sonar raros para los hablantes de chino. Kai Ming, por ejemplo, suena a nombre de chico, porque el caracter 明, ming, que es el que se suele usar en los nombres propios, está reservado a nombres masculinos. Ming significa brillante o luminoso, y en China sólo brillan los hombres. Total, que para que te suene mal a ti a ellos, mejor ponerte un nombre chino de verdad, para que al menos le guste a alguien.

Pero el principal inconveniente, como hemos visto, es que un mismo sonido corresponde a un montón de caracteres diferentes, y como te lleves mal con la persona que te los escoja, te puede hacer la puñeta, pero bien. Sobre todo, porque los chinos son muy educados, y si tú no hablas ni una palabra de chino, pueden pasar meses hasta que alguien tenga suficiente confianza como para decirte que, tal como lo escribes, tu nombre significa Muy peligroso o Gran Barriga, que son dos posibles transcripciones de Dawei. O Epidemia de Eructos.

Pero que no cunda el pánico, porque esto sólo le pasa a los laowais malos que se vienen a vivir aquí y no se molestan en aprender media palabra de chino. Todos los estudiantes de mandarín del mundo mundial saben exactamente qué significan los caracteres de su nombre, por la sencilla razón de que en chino no se puede deletrear. ¿A que nunca os habíais parado a pensarlo? A mi, desde luego no se me había ocurrido hasta que llegué aquí. Me tuve que enterar cuando, feliz porque me habían puesto mi primer nombre chino (fue un proceso largo, ya volveré sobre el tema) se lo intenté decir a una de mis profesoras. El diálogo fue en la línea de todas mis conversaciones con las profesoras:

-Me han dicho que me puedo llamar Hermosa Luna, ¿te gusta?
-¿Te quieres llamar Escuchar Música? Suena un poco raro.
-No, no, Hermosa Luna.
-Ah, Alegría del Bosque. Es bonito.
-No... Hermosa Luna.
-¿Quieres decir Pedazo de Plata?

Así me enteré de que para poder decirle a alguien cómo se escribe tu nombre tienes que ser capaz de explicarle qué significa cada caracter.

Por ejemplo, tengo una amiga que escogió como nombre chino 美 铃 (Mei Ling), porque sonaba remotamente parecido a su nombre, Maribel (muy remotamente, diría yo). Con美 no suele tener problema, porque significa hermosa, bonita, y es muy común en los nombres de chicas. 铃significa cascabel o campanilla, y ahí ya le toca explicarle al chino de turno: men dian ling de ling, campanilla como el timbre de la puerta (que en mandarín se dice campanilla eléctrica).

Esto también trae otro argumento a favor de ponerse un nombre que suene lo más chino posible: que te ahorrarás pasarte la vida jugando a veo-veo con los administrativos del mundo. Mi nombre es una cosita...

miércoles, 4 de marzo de 2009

ARROZ Y POCO CIRCO

Últimamente anda la comunidad laowai medio revuelta, porque han cancelado dos conciertos de Oasis que ibas a tener lugar aquí en Shanghai, donde no andamos precisamente sobrados de actividades culturales, y en Pekín. Oficialmente, el concierto ha sido cancelado por problemas financieros, como dice el Shanghai Daily, pero Radio Patio, que a falta de algo mejor aquí funciona muy bien, dice que es por otro motivo. A saber: que los señores que forman este grupo, hace tiempo participaron en un concierto a favor de la independencia de cierta provincia rebelde cuyo nombre empieza y acaba por T.

Y es que las autoridades de este gran país que me acoge están ya calentitas con el tema porque otra señora, cantante de nombre impronunciable y nacional de un país que está a punto de poner el cartel de “Cerrado por quiebra”, dio aquí un concierto, y al acabar tuvo la genial idea de gritar “Free T***t”, para gran regocijo, supongo, de gafapastas, fans del buenrollismo y habitantes del País de la Piruleta en general.

Como comprendereis, mis opiniones sobre la situación de esta provincia más o menos rebelde y más o menos invadida y oprimida, me las guardo para mi. Pero mi opinión sobre los señores de Oasis, la señora Bjork, o como se escriba, y los laowais que se quejan porque se han quedado sin concierto, sí quiero compartirlas con vosotros. Que hoy tengo tiempo libre y llevo mucho sin ladrar.

Vamos por puntos:

-Uno. La que acepta venir a llenarse los bolsillos en un país con cuyo régimen no está de acuerdo. Señora de nombre impronunciable, sea usted consecuente, que además puede permitírselo (no creo que estuviera tan falta de pasta, aunque ahora mismo, a saber): no venga. Váyase a actuar a Taiwan, a Corea del Sur o a Soria. Si le importa tanto la suerte de los tibetanos, cosa que dudo, dígalo bien claro, que no viene a China porque son malos malísimos y además de chop suey con sus abuelos se comen crudos a los niños tibetanos.
Pero no de el concierto, y luego suelte una frase vacía que la mitad de los presentes ni siquiera entendieron (ay, no, que en Buenrollolandia todos hablamos inglés, faltaría más). Porque mientras que usted lo único que ha perdido es la fiesta de después en el backstage, los organizadores tendrán que dar explicaciones a las autoridades, y creedme, por lo que me ha contado Radio Patio, no es una experiencia agradable. Eso, y que volverán a tener trabajo cuando yo pueda contar un chiste en chino (o sea: nunca jamás).

-Dos. Los que primero dan un concierto criticando la integridad territorial de un país, y luego pretenden ir a ese mismo país a poner el cazo. A esto en mi tierra le dicen estar en misa y repicando, o más prosaicamente, ser un hipócrita. Vamos, que me parece estupendo que les hayan cancelado el concierto. Además, que así les dan la oportunidad de sentir en sus carnes una milésima parte de lo que soporta ese pueblo que tanta pena dicen que les da.

-Tres. Los laowais que se indignan, no por cómo trata el gobierno de este país a algunos de sus ciudadanos, si no porque ellos se van a tener que quedar con las ganas de ver al grupo de marras. Se me parte el corazón. Queridos míos, esto es lo que hay, ya lo sabíamos todos antes de venirnos a China. si no os gusta, aquí en Shanghai tenemos un tren estupendo y con una tecnología punta que en 5 minutos te lleva al aeropuerto.

domingo, 15 de febrero de 2009

EFECTOS SECUNDARIOS DE VIVIR EN CHINA

Es curioso lo rápido que se pierde la perspectiva, o como decían nuestras abuelas, a todo se acostumbra uno. O será el glutamato, pero yo estoy perdiendo la capacidad de distinguir lo hortera de lo simplemente llamativo (aquí este proceso se conoce como chinizarse) a una velocidad que empieza a asustarme.

Por ejemplo, y por seguir con un tema al que le tengo especial cariño, el móvil. Como comenta Daniel, aquí todo el mundo lo lleva decorado con colgajos varios, que van desde cascabeles en forma de rana, oso panda o gato sonriente, personajes de dibujos animados, sushis y rollos de primavera, a cualquier cosa que se os pueda ocurrir combinada con una Hello Kitty y tonos pastel. De todos los objetos inútiles y horteras que saturan mi campo visual un día detrás de otro, Helly Kitty es la campeona absoluta, y los colgantes para móviles su reino indiscutible. La he visto en el regazo de un Buda, vestida de geisha y con un gorro de vaca (sí, al mismo tiempo, prefiero no pensar qué se le pasaba por la cabeza al que ideó semejante combinación) y, mi favorita, abrazada a una miniatura rosa chicle de la Perla de Oriente (que es bastante menos hortera que el edificio real).

Algunas muestras de arte para tu móvil. Mi favorito es la alita de pollo.











Lo preocupante del caso es que en mi último post no se me olvidó comentar este detalle. Lo que se me olvidó mientras escribía es que en España la gente le ahorra a sus semejantes la visión de este tipo de artilugios. Y es que ya lo tengo tan asumido que cuando fui a comprarme un móvil nuevo lo primero que comprobé es dónde tenía el gancho para el colgante. De hecho, debo confesar que me decidí a cambiar de móvil no porque el mío no leyese caracteres, ni porque se le hubiera roto la carcasa y fuera con la batería al aire como si fuera el móvil de Terminator, sino porque me había comprado un colgante nuevo en Hong Kong y quería lucirlo en condiciones.

Más ejemplos de chinización rampante: he colgado en la puerta de mi casa una decoración de Año Nuevo, en particular una ristra de de vacas sonrientes abrazadas a petardos gigantes, con sus detalles en oro y todo. Y lo he puesto porque me gustan. Claro que tengo que decir en mi descargo que antes de llegar a este punto había estado sometida durante quince días a la decoración de Año Nuevo por absolutamente todas partes, y antes de eso a los adornos de Navidad que habían puesto mis amigos en sus casas, y algunos chinos inconscientes en las puertas de sus negocios. A ver quién mantiene el criterio después de esto.

Otro: hace unas semanas se me rompió la cartera y estuve buscando una nueva, descubriendo para mi frustración que aquí no venden carteras con monedero, la mayoría sólo son para billetes y estas tarjetas de visita que tanto les gusta repartir a los chinos. Total, que en un mercado de falsificaciones (este es otro tema glorioso que trataré otro día) encontré una cartera que tenía su monedero y su sitio para los billetes y las tarjetas. Lo que pasa es que me pareció un poco llamativa de más. Aparte ser de auténtico plástico rosa fucsia, estaba decorada con una Hello Kitty (quién si no) vestida de cantante country, con sus botas camperas y su falda vaquera, sentada encima de una guitarra hecha con purpurina. Lo juro. Y lo peor, lo que más me preocupa, es que estuve tentada de comprármela. De hecho, cambié de idea no porque no me gustara (aunque no sé si gustar es el verbo más adecuado para este tipo de objetos), sino porque me pensé que no iba a poder usarla sin ir dejando ciega a la gente a mi paso.

¿Qué me pasa, doctor?

jueves, 12 de febrero de 2009

EL TELÉFONO MÓVIL, ESE INVENTO

En chino, teléfono móvil se dice zhouji, máquina de mano, un nombre que cada día me parece más acertado, porque mi teléfono móvil ha pasado por más manos que un billete de cinco yuanes. De hecho, creo que desde que llegué a Shanghai mi teléfono ha pasado más tiempo en manos de desconocidos que en las mías. Cada vez que entro en un taxi / tienda / bar / hospital y el chino de turno se me queda mirando con cara de póker, mi solución es sacar el teléfono y decir la frase mágica: deng yixia, wode pengyou gaosu ni. Espere un momento, mi amigo se lo explica. De verdad os lo digo, si sólo vais a aprender una frase en madarín en toda vuestra vida, que sea esta, no lo dudeis. Ni hola, gracias, como se llama, no sé como ha llegado esto a mi equipaje u otras tonterías de las que vienen en las guías de “Mandarín para el viajero”.

Que donde dices amigo, puede ser cualquiera, yo le he pedido que me haga de intérprete a compañeras de la oficina, recepcionistas, camareros, la teleoperadora de mi seguro médico... Y si no tienes nadie a mano, meiyouwenti, sin problema, pues como creo que he dicho en más ocasiones, este es el país de Pagando, San Pedro canta, y hay compañías que ofrecen servicios de intérpretes por teléfono. Marcas el número mágico, explicas en inglés tu problema, y luego le pasas el teléfono al chino que tengas delante para que se lo expliquen en mandarín. Al que inventó este servicio tendrían que darle el Nobel de la paz, o algo, por todos los laowai a los que ha salvado del suicidio, y todos los chinos a los que ha librado de ser asesinados en un rapto de frustración.

Otra idea estupenda que ha tenido algún emprendedor es un servicio de localización de bares, hoteles, hospitales y edificios de interés en general. Tu mandas un sms con el nombre del lugar en cuestión, y te contestan con la dirección en inglés y, muchísimo más importante, en caracteres chinos. Así sólo tienes que montarte en un taxi y enseñarle el móvil al taxista. Porque por poder, puedes buscar una dirección en internet o en una guía de viajes o donde te de la gana, pero como no esté en caracteres, muy lejos no vas a llegar. Y que conste que los taxistas de Shanghai, al menos por mi experiencia, tienen una capacidad de comprensión que más parece telepatía. Cada vez que le pido a uno que me lleve a mi casa y no sólo entiende la dirección a la primera, sino que además sabe dónde es, con el tamaño que tiene Shanghai, me quedo lela. Claro que después los ves conducir, y empiezas a atar cabos: claro que tienen una inteligencia superior, ¿no era esa una de las características de los psicópatas?

Si es que en las recomendaciones de viaje que hace el Ministerio de Asuntos Exteriores tenían que dejarse de vacunas y ropa adecuada para el clima extremo. El auténtico kit de supervivencia del laowai que se va a China debería incluir: tarjeta de crédito (mejor dos o tres, que no se respire miseria); caja tamaño familiar de Lexatín y/o petaca de whisky o, en su defecto, un par de botas de senderismo con las suelas bien resistentes (porque así, sin doping, a ver quién se atreve a subirse en un taxi); y sobre todo, teléfono móvil. Ligero, práctico, y además lo mismo te sirve para recorrer la Ciudad Prohibida que para irte de marcha a un macrodiscoteca del extrarradio una vez de vuelta a España.

miércoles, 11 de febrero de 2009

AÑO NUEVO, BUENOS PROPÓSITOS

Al fin hemos empezado los años, el laowai de 2009 y el chino de un animal de difícil traducción. Yo me disculpo por haberos abandonado, entre viajes y visitas no he tenido tiempo (ni ganas) para dedicarme a ladrar sobre este gran país. Pero como he incluido entre mis propósitos de años nuevos actualizar el blog con regularidad, aquí estoy de vuelta.

Empiezo con un tema que nos tiene locos a los expatriados, ¿a qué bicho está dedicado este año? Al buey, direis, bueno, según se mire, porque en chino, este es el año del niu, palabra que designa más o menos indistintamente al buey, la vaca, el toro e incluso el búfalo. En general, cualquier bovino usado como animal de tiro. Buey está copiado del inglés ox, que no sé de dónde se habrán sacado, aunque me lo imagino: en chino, para matizar que el niu en cuestión es una vaca, se dice nainiu (o sea, niu lechera), y mangniu (es decir, niu macho) para el toro. Supongo que de ahí la traducción de buey, que ni da leche ni es muy macho. Antes estábamos en el año de la rata, y después vendrá el del tigre.

La rata es el animal que abre el ciclo de doce años, porque según cuentan la leyenda y la wikipedia, los animales fueron convocados por los dioses a una carrera para asignarles el orden en el calendario. Qué dioses eran, varía según la fuente, pero fuera quien quien fuera, capacidad de convocatoria tenía poca, porque sólo le hicieron caso trece bichos (rata, buey, tigre, conejo, dragón, serpiente, caballo, cabra, mono, gallo, perro, cerdo, y gato).

Os voy a contar la historia completa, porque tiene su gracia y su moraleja, y además me recuerda a lo que nos está pasando ahora. El caso es que los animalitos tenían que cruzar un río, y según llegasen a la orilla sería el orden que ocuparían en el calendario. El buey (o toro, o lo que fuese) tenía miedo de no encontrar el camino porque era corto de vista, así que la rata, que por aquí tiene fama de espabilada, le dijo, “No te preocupes, que aquí mi amigo el gato (todavía no se llevaban mal, aunque os suelto un spoiler: al final de la carrera el gato la odia para siempre) tiene una vista de lince, por algo son primos. Tú nos dejas que nos subamos encima de ti, y ya te vamos diciendo el camino”. O dicho de otro modo, si tu no sabes invertir porque no sabes ni lo que es un MBA, déjame tus dineros que tengo aquí un paquete de bonos vinculados a unas hipotecas subprime que ya veras. Total, que el pobre buey se dejó las pezuñas nadando mientras el gato le guiaba y la rata iba dando ánimos (quien dice dale a la pezuña, dice hazme unas horas extra, y contención salarial, que lo que es bueno para la empresa nos beneficia a todos). Y hay que reconocer que gracias a ese par de consejeros, el buey pasó a todos los demás bichos. Pero no ganó la carrera, porque cuando estaban a punto de llegar, la rata le dio una patada en el culo al gato y lo tiró al agua, y después salto a la orilla desde la cabeza del buey, llegando ella la primera (como quien llega el primero a poner el cazo en las ayudas de Papá Estado). Por eso, los chinos creen que en el año de la rata se empiezan los proyectos, gracias al ingenio y a la energía que trae el bichito, pero que es durante el año del buey cuando se consolidan estos cambios, a base de trabajo duro y resistencia al cansancio y al dolor. Que nos espera un año fino, vaya.

Por aquí no sé si se va a consolidar mucha cosa o si vamos a seguir yendo a peor. Por mi trabajo me paso el día leyendo la prensa económica, y seguir las cifras de crecimiento previsto para este año son como estar en una partida de bingo, cada uno dice una cosa, cada día cambia, del 9% que dice el gobierno al 3% real que predice un analista, entran todas las cifras posibles. Claro que, en un país de la magnitud de este, los números pierden parte de su sentido: hay 20 millones de nuevos parados, toda una Shanghai de ociosos forzados a volver a sus pueblos miserables porque Occidente ya no tiene dinero para estampitas de plástico. ¿Son muchos? ¿Pocos? A saber.

El drama de estos trabajadores-rurales-emigrantes, como los llaman aquí, es que muchos abandonaron sus pueblos siendo muy jóvenes, y ya no saben cultivar la tierra, o no pueden, porque poseen terrenos poco fértiles, o agotados por los monocultivos. ¿Qué será de ellos, de sus familias, cuando no tengan ni para comer? Pues no lo sé, y lo más probable es que no lleguemos a saberlo nunca, a menos que cambien mucho las cosas: hace unos días leía en Xinhua, la agencia gubernamental de noticias (en la práctica, la única), que el pueblo tibetano se preparaba para celebrar "el aniversario de la liberación de los siervos", comentada con profusión de fotos de tibetanos en traje típico bailando para mostrar su alegría por haber recibido la libertad a manos de las tropas chinas. La guinda la ponía el testimonio de una anciana tibetana que decía "recuerdo cómo lloré el día en que el Ejército Rojo entró en Tibet". Imagino que el periodista que redactó la noticia debe haber disfrutado una vida libre de penas y tristezas, porque en el texto no matizaba si la buena señora había llorado de felicidad, de pena o de rabia. O a lo mejor fue el traductor que lo pasó al inglés el que tuvo un rapto de decencia y dejó la frase equívoca adrede.

Así que supongo que para Xinhua y la prensa china en general estos nuevos parados estarán también henchidos de felicidad por haber recibido la oportunidad de regresar a sus tierras ancestrales.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

MENU DE NOCHEBUENA: PAN DE TE VERDE Y PASTEL DE OSMANTHUS

Una de las grandes satisfacciones de vivir en China es que no se celebra la navidad. Aparte de algún abeto de plástico en la puerta de un centro comercial, y algunos antros de perdición capitalista como MacDonals que cambian la música pop china por villancicos (casi se sale ganando con el cambio, de hecho), es Navidad como podría ser Ramadán. No hay anuncios dando la brasa en la tele y las calles con que compremos turrón con sabor a papaya mientras volvemos a casa de nuestros sufridos padres (que este año a lo mejor ni abren la puerta, por que con la que está cayendo por Europa, igual el niño viene a instalarse), ni decoración hortera en las calles (entiéndase, más de la que hay habitualmente).

Si es que aunque quisieran poner algo, ya no cabe


Entendedme, digo que es una ventaja, pero sin acritud. Yo ni soy militante anti-Navidad (bueno, un poco, pero tampoco es este el tema de hoy), ni tampoco soy especialmente fan del turrón blando y el chupito de beilis (así, como lo pronuncian nuestras tías) con el que acabamos de taponarnos el estómago, pero para esta Nochebuena me veía brindando con Licor de Tres Flores (a saber cuáles), y comiendo pastel de osmanthus, que es lo más parecido a turrón que pude encontrar. Al final hubo cerveza y vino como para librarnos de abrir la botella de licorazo, pero el pastel de osmanthus sí que tuve ocasión de probarlo. Y si os preguntais qué tal estaba, pues para qué os voy a engañar, os podeis imaginar a qué sabe una cosa hecha con un ingrediente que se llama por su nombre científico. O sea, Industria Alimentaria China 2- Laoguai ingenua 0.

Que este tema del osmanthus tiene su enjundia, porque es muy representativo de cómo se relacionan los chinos con la naturaleza. Decía un escritor de viajes que un chino, cuando se encuentra con un pájaro hermoso y exótico, tiene dos ideas: comérselo o encerrarlo en una jaula minúscula y usarlo como objeto decorativo. Pues algo parecido le pasa al osmanthus, y no corrais a la wikipedia, que ya me he informado yo por vosotros, para que veais como os cuido: en castellano se le llama olivo oloroso (o eso dicen en el interneee, habrá que creerselo) y es un arbusto que tiene la peculiaridad de florecer durante un periodo muy corto de tiempo, y de tener un aroma especialmente intenso. ¿Y qué hacen los chinos? Pues cortarle las flores y hacer con ellas te, un vinazo intragable (que tiene 20 grados, es que aquí le llaman vino a cualquier cosa), y pasteles igualmente incomibles.

Dejo el tema culinario para otro momento, y vuelvo a estas fechas tan señaladas. Los chinos ignoran la Navidad porque no la han celebrado nunca, como es lógico en un país donde el cristianismo nunca llego a tener mucho éxito, y porque además coincide muy cerca del Festival de la Primavera, o lo que nosotros llamamos Nuevo Año Chino. Como este año toca especialmente pronto, dentro de unas tres semanas, no me voy a liar explicando en que consiste, pero básicamente la gente se hace regalos, se compra ropa nueva, y se lia a comer y a beber como si tuvieran miedo de que no haya un nuevo año esperando (como decía Mafalda, qué grande). Así que yer iba yo camino de la cena de Nochebuena que hicimos en casa de un amigo, con mis cinco barras de pan bajo el brazo (me habían encargado que comprara el pan porque desde que saben que desayuno arroz con kimchi ya no se fían de mi), y me crucé con unos vecinos en el ascensor. Hay que decir que, en general, los chinos son discretos cuando se trata de mostrar asombro, pero la cara de póker de estos dos cuando me vieron a las nueve de la noche con media panadería bajo el brazo, era para grabarla, entre que aquí nadie come pan, y que se cena entre las seis y las ocho, debieron pensar que el jet-lag que había afectado más de lo normal. Y cuando llegué a casa de este hombre, estaban otros de sus vecinos de mudanza. Planazo para una Nochebuena: ponerte a a acarrear armarios. Claro que si vamos a eso, también es un plan curioso pasar la Nochebuena bebiendo tsintaos y comiendo tortilla de patatas con un grupo de gente que conocí hace tres meses en un aeropuerto (y que ya son como mi familia, por si alguno me lee, que sepais que nimen xianzai shi wo jia ren, renshi le nimen wo fei chang gaosing).

Y es que aquí los guiris nos dividimos entre los expatriados "de verdad", que se vuelven a sus países de origen a comer las uvas o lo que sea de rigor en Nueva Zelanda o Michigan, y a recibir los regalos en compañía de los suyos, y los pringados como yo y mis compañeros, que nos quedamos aquí levantando el país. Os iba a contar como nos organizamos, pero mañana tengo que coger un avion a las ocho de la mañana para Hong Kong y me da pereza, asi que os voy a dejar.